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miércoles, 9 de mayo de 2012

GUERRAS MÉDICAS 2: Los persas se ahogan en Salamina


Embestida con espolón
Tras la derrota de Leónidas, rey de Esparta, en el paso de las Termópilas la flota que apoyaba su resistencia en Eubea se retiró. La situación insostenible en tierra y el hostigamiento sufrido por la flota persa había dejado muy castigada a la armada helena. Todos los barcos se replegaron a Salamina para reunirse con el grueso de las fuerzas navales griegas. Jerjes avanzaba sin oposición hacia el Ática y el Peloponeso pero necesitaba su escuadra para transportar a sus ejércitos.


Mientras los trirremes griegos continuasen teniendo presencia en la zona, las operaciones de desembarco y conquista tendrían muchas dificultades. Jerjes necesitaba una gran batalla naval para desarbolar al enemigo y obtener la supremacía marítima. La flota persa haría valer su superioridad numérica (1200 naves) frente a los 300 barcos de guerra enemigos. Enterado de que los griegos se concentraban en la isla de Salamina, Jerjes envío a sus fuerzas para dar un golpe devastador.


Preludios

Los griegos concentraran sus fuerzas en Salamina mientras reparaban las pérdidas sufridas en Artemision y en la operación de apoyo a Leónidas. También llegaban nuevos refuerzos desde Egina y el Peloponeso. La inferioridad era patente y Temístocles intentó que los jonios que servían en la flota persa se pasasen a la causa griega. Esta estratagema no resultó y únicamente cuatro trirremes desertaron de la armada de Jerjes por orden del rey de Naxos. De todas maneras, los griegos, en las mejores circunstancias posibles, eran incapaces de oponer a los persas una escuadra mayor de 400 naves de combate.


Temístocles
Según Esquilo, los barcos operativos en Salamina eran 310 de los que una tercera parte procedían de Atenas. Los persas debían someter la isla si querían tener alguna oportunidad de asaltar por tierra las fortificaciones del estrecho de Corinto –la puerta de entrada a Grecia-. Entre el alto mando griego había controversia al decidir la táctica a seguir. Temístocles apostaba por una batalla frente a Atenas mientras que el espartiata, y veterano, Euribíades prefería un repliegue a Corinto.


La flota persa era muy superior en número; aunque de los 1200 barcos que trajo Jerjes, deberían quedar operativos unos 600 o 700. Las tormentas, las pérdidas de tripulación y las bajas en Termópilas acabaron con casi la mitad de la flota persa pero, pese a ésto, los helenos no podrían hacer frente a los asiáticos en una batalla frontal en mar abierto. La intención de Jerjes, con su avance combinado, era provocar la división de las fuerzas griegas.


El plan de Euribíades hubiera clavado de pleno las intenciones del Gran Rey. Si los griegos tenían alguna posibilidad de frenar a los persas era en Salamina, con sus 300 trirremes. Sin el apoyo de la escuadra el ejército persa tendría difícil el continuar con su campaña de conquista por tierra. Aún así, la opinión de Euribíades se impuso entre muchos estrategas y Temístocles debió recurrir a la astucia y a la audacia para evitar lo que hubiera supuesto, con casi total seguridad, un descalabro militar a medio plazo.


Urgía provocar a la flota persa para que se lanzase al ataque; así los griegos se verían obligados a combatir y Temístocles se saldría con la suya. Para ello, envío emisarios al Gran Rey con información falsa sobre la moral del ejército griego. “Los griegos están desmoralizados, entre ellos reinan la tristeza y el temor, todos ellos son propensos a dispersarse. Si su majestad ataca ahora obtendrá una gran victoria”. Jerjes mordió el anzuelo. La oportunidad de acabar con la guerra de un solo golpe era demasiado seductora como para dejarla pasar. Jerjes no iba a permitir que la flota griega huyese y para ello envío parte de su armada con la intención de cortar la retirada mientras que con el grueso de su flota se dirigió al encuentro del enemigo adentrándose en la boca del lobo.


Salamina

Los barcos griegos estaban fondeados en una bahía junto a la ciudad de Salamina. Los persas alinearon su flota en tres líneas frente a la costa desembarcando algunas tropas en la isla que se situaron en la retaguardia griega. Con los helenos sitiados y sin posibilidad de replegarse Temístocles logró su objetivo de evitar la dispersión y ahora no tenía prisa por combatir. Durante un mes permaneció en su posición mientras los persas permanecían a la expectativa, impacientes por dar el golpe definitivo a la flota griega.


Plano de la batalla
Jerjes tenía intención de acabar con el enemigo antes de otoño e hizo planes para librar una batalla definitiva. El 28 de septiembre, día escogido, subió a lo alto de un promontorio para poder seguir el combate; pero fueron los griegos los que tomaron la iniciativa avanzando hacia los persas: los atenienses en el flanco izquierdo; espartanos y eginos en el derecho. Lo más probable es que viendo los preparativos persas, Temístocles se decidiese a atacar para llevar a cabo el plan que tenía en mente: reducir al mínimo el espacio de maniobra persa evitando un despliegue cómodo y obligándoles a combatir en el estrecho espacio que habían elegido los griegos.


El combate fue encarnizado cuando ambas flotas se encontraron. Los persas se batieron con gran valor pero rápidamente la estrategia de Temístocles comenzó a dar sus frutos. El angosto estrecho hizo que pronto la superioridad naval persa jugase en su contra. Las filas posteriores de buques de guerra comenzaron a estorbarse entre ellos y a chocar unos con otros. El caos se adueño de la armada de Jerjes. En éste preciso momento, los griegos tomaron la iniciativa y se lanzaron con todo a por la vanguardia persa. El impulso griego les hizo retroceder provocando el colapso final de la flota persa.


Los barcos en huida traspasaban a los de detrás con sus espolones, los remos de las embarcaciones se partían y muchos barcos quedaron encallados en las partes menos profundas. La trampa se había cerrado y las naves persas eran ahora presa fácil de los griegos. Un destacamento de hoplitas acabo con las tropas de tierra persas en Psitalia y al anochecer todo había terminado. La flota persa estaba deshecha, con unas perdidas terribles, y ya no estuvo en condiciones de disputar la hegemonía griega; ni siquiera de emprender cualquier acción de cierta envergadura. Esta derrota desbarató los planes de Jerjes por completo.



El Gran Rey, ante la amenaza de revueltas y tumultos en sus territorios, decidió regresar a Asia dejando un contingente armado de 130000 soldados al frente de su general Mardonio. Aún así la pérdida de la flota imposibilitó una conquista a gran escala y Mardonio se limitó a acuartelarse y lanzar expediciones de castigo aunque sin consolidar su posición en el territorio. Tras Salamina, los griegos se reorganizaron y prepararon a sus hoplitas para dar el golpe de gracia al invasor. Se formó una coalición terrestre encabezada por Esparta. 10000 de los mejores hoplitas de toda Grecia y sus aliados vengarían el honor de Leónidas y a los caídos en Termópilas. El ejército puso rumbo a Platea (Os remite a otro artículo de éste blog sobre el tema)


23:59 Tras Salamina, Jerjes disponía aún de un ejército imponente. A pesar de las bajas sufridas en Termópilas sus fuerzas eran inmensas pero sin el apoyo de su flota su campaña de conquista quedó trastocada. Los griegos ganaron con astucia lo que no podrían ganar de otra manera. En Termópilas y Salamina los griegos consiguieron que los persas empleasen de manera efectiva su superioridad numérica; es más, ésta acabó convirtiéndose en un serio obstáculo. Las pérdidas causadas hicieron que una batalla como la de Platea, de tú a tú, fuese posible. La desproporción ya no era tan grande y la calidad podría hacer frente a la cantidad.

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