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miércoles, 21 de marzo de 2012

Los Cien Mil Hijos de San Luis

Luis XVIII
El Parlamento francés esperaba el discurso del monarca Luis XVIII. “Cien mil franceses están dispuestos a marchar invocando el nombre de san Luis para conservar en el trono de España a un Borbón, para preservar ese hermoso reino de su ruina y reconciliarlo con Europa. En 1823 las potencias de la Santa Alianza aprobaron la intervención en la península ibérica de un ejército de invasión francés con la misión de acabar con el gobierno liberal y devolver el trono a Fernando VII.

En 1820, Riego instauró el Trienio Liberal. Este régimen, junto a la Pepa (Constitución de Cádiz de 1812), supuso un revés para las monarquías absolutas que mantenían su hegemonía en Europa tras vencer a Napoleón. Desde el primer momento fue obvio que no permitirían que este sistema prosperase ni, mucho menos, que se expandiese por el resto del continente. El Zar Alejandro I intentó acabar con el gobierno de Riego en los congresos de Troppau y Laibach (1820 y 1821) pero su iniciativa no tuvo éxito gracias a la oposición firme de Inglaterra. El ministro Castlereagh se oponía a la intervención de un país si éste no amenazaba la seguridad del resto.

Los absolutistas europeos no desistieron. Francia estaba más interesada que nadie en acabar con un régimen que podía propagarse por su territorio e insistió constantemente en la necesidad de una intervención. Será en el congreso de Verona (1822) cuando la petición prospere recibiendo con celeridad el apoyo de Prusia, Austria y Rusia. Inglaterra se negó a participar pero no se opuso a que la invasión se realizase siempre y cuando los invasores abandonasen el territorio una vez conseguido el objetivo. Cualquier intento de anexión, dominio permanente o apropiación de colonias sería considerado acto de guerra por los ingleses. Así se dio vía libre a los preparativos para acabar con el régimen de Riego.


El recuerdo de la Guerra del Francés seguía aún muy presente entre los galos. Las heridas de la derrota napoleónica aún supuraban y se temía que la nueva invasión levantase en armas a la población que se sumaría a la oposición del ejército por medio de una durísima guerra de guerrillas. Aunque finalmente, la necesidad del ejército francés de congratularse con las potencias absolutistas, tras el periodo napoleónico, prevaleció frente a los recelos. Francia necesitaba recuperar su prestigio militar y esta campaña era una excelente oportunidad.  

El duque de Angulema
Luis XVIII puso a su sobrino, Luis Alfonso de Artois duque de Angulema, al frente de las operaciones. Los preparativos comenzaron ya en 1822 con el objetivo de organizar una invasión eficaz que minimizase el impacto sobre la población civil. Tras la derrota de Napoleón se habían introducido una serie de cambios en la organización del ejército revolucionario para adecuarlo a las exigencias de la nueva era.

Se había purgado a la oficialidad; ésta se compuso exclusivamente de veteranos y profesionales. La cadena de mando era muy eficaz. Las tropas estaban bien entrenadas y equipadas. Y se logró preparar una fuerza de 90000 infantes y 20000 jinetes apoyados por 108 piezas de artillería. También se sumaron a la expedición las flotas del Mediterráneo y el Atlántico. Para evitar los saqueos y agresiones sobre la población se aprontó una gran cantidad de fondos en efectivo. Unos agentes acompañarían al ejército y comprarían los suministros sobre el terreno, a proveedores autóctonos, pagando con dinero contante y sonante.

Además, se dio una importancia capital a las pautas de comportamiento de la tropa. Los agentes vigilarían en todo momento que, éste, fuese ejemplar de la misma manera que la imagen. Estas medidas tuvieron un rotundo éxito. Tanto que la población recibía a los franceses como auténticos libertadores. La estampa del soldado francés de elegante uniforme y excelente comportamiento dio pie al dicho popular “eres más bonito que un San Luis”.

El gobierno liberal español esperaba la invasión de un momento a otro pero por muchos motivos no fue capaz de preparar una defensa eficaz. Era necesario reclutar un ejército casi desde cero. Las guerras de independencia de las colonias americanas obligaban a enviar los soldados más experimentados y el mejor equipo para defender el Imperio. Así pues, no hubo más remedio que recurrir a una leva de 30000 hombres, suspender las licencias y llamar de nuevo a filas a los cumplidos de servicio.


El ejército se organizó en dos cuerpos de operaciones: uno al mando de Espoz y Mina, con el objetivo de defender la frontera catalana, y otro al mando de Ballesteros que debía proteger Navarra y Aragón. Este grueso se apoyó con dos cuerpos de Reserva: el primero en Castilla la Nueva y Extremadura al mando de La Bisbal y el otro en Castilla la Vieja, Galicia y Asturias dirigido por Morillo. En Andalucía se formó un quinto ejército comandado por Villacampa.

La preparación fue nefasta. Los generales y los altos oficiales estaban más preocupados por incidir en la vida política que por estructurar una campaña eficaz. La mala preparación y la falta de equipamiento hicieron el resto. No todo fue culpa de la oficialidad. Su actitud influyó; pero también el hecho de que en ningún momento dirigieron unas tropas capacitadas para enfrentarse a los franceses de tú a tú. La única esperanza era el alzamiento popular pero las gentes del país no estaban por la labor de defender un gobierno liberal que no entendían y que tampoco había aliviado su situación.

A todos estos contratiempos se añadió el notable aumento de la actividad de las partidas absolutistas que actuaron como quinta columna. Estas Partidas de la Fe se animaron ante la perspectiva de una invasión francesa y se pusieron a la vanguardia de las tropas de la Santa Alianza en cuanto estas pisaron territorio español. Los preparativos para la defensa fueron demasiado lentos. Cuando el ejército francés comenzó la invasión, de los 120000 hombres previstos sólo se habían logrado movilizar un tercio.

Espoz y Mina disponía del ejército más poderoso. 25000 hombres que no pudieron actuar fuera de Cataluña debido a la actividad de los realistas y a la invasión de un ejército francés. Aún así, fue en Cataluña donde “se refugio el honor militar de la nación”. Mina optó por una táctica defensiva –quizá no la más adecuada teniendo en cuenta la potencia de sus fuerzas- consistente en resistir al invasor bien fortificado en las principales plazas mientras hostigaba al enemigo con una fuerza móvil. Lo cierto es que para bien o para mal, esta estrategia paralizó a los invasores en Cataluña. Ciudades como Barcelona cayeron mucho después de que el gobierno liberal capitulase.

Espoz y Mina
Ballesteros tenía más hombres bajo su mando, 35000, pero estaban muy dispersos y desorganizados desplegados en un frente muy extenso. Teniendo en cuenta que recibieron el ataque del grueso francés (Los Cien Mil Hijos de San Luis) no pudieron hacer mucho al respecto, simplemente retirarse. Se ha criticado mucho la decisión de Ballesteros de retroceder hacia Levante dejando expuesta Madrid. Quizá tenía la esperanza de poder unir sus fuerzas a las de Espoz y Mina pero éste hecho tampoco se llegó a dar.

Las reservas no llegaban a los mínimos. Bisbal sólo pudo reunir 10000 hombres y Morillo 3000. El resto de fuerzas de Morillo (unos 12000 hombres) estaban desplegadas en Galicia y Asturias, muy lejos del teatro de operaciones principal, y no pudieron intervenir. Se acabarían uniendo a los franceses cuando se enteraron del secuestro de Fernando VII. El quinto ejército no era más que un nombre pues Villacampa sólo disponía de las guarniciones de Sevilla y Cádiz.

Este ejemplo resume muy bien el panorama militar español. La organización del ejército estipulaba que la caballería debía componerse de 18000 hombres. La realidad era que sólo disponían de 9000 soldados y de 4700 caballos. Y estos desbarajustes podían extrapolarse a todos los estratos militares.

La noche del 7 de abril Angulema cruzó el Bidasoa penetrando en la península. La resistencia militar española fue rápidamente puesta en fuga y obligada a retirarse. Era una ejército con mínima instrucción, escasa moral y que no compartía los ideales liberales por los que les obligaban a luchar.  Al principio el avance era lento pero tras entrar en Zaragoza sin oposición y ser recibidos por la población con los brazos abiertos los franceses aceleraron su avance. Al rebasar la línea del Ebro, el gobierno huyó con el rey a Sevilla. Ballesteros había huido a Levante y las reservas no tenían suficientes efectivos para plantear cualquier intento de resistencia. Toda la mitad norte estaba a merced de los franceses.

El 24 de mayo Angulema entró en Madrid aclamado por el pueblo. Su campaña era un paseo triunfal en el que los conatos de resistencia eran débiles y fácilmente dispersados. La población aclamaba a los galos a la voz de “¡Viva el ejército francés! Y ¡Viva el rey absoluto!”. Tomada la capital se instauró una regencia integrada por consumados partidarios del absolutismo que en seguida iniciaron una gran represión sobre los liberales. La capitulación de Madrid provocó que las Cortes se trasladasen a Cádiz. El rey se negó a hacerlo y lo depusieron alegando un trastorno mental obligándolo por la fuerza a partir hacia la tacita de plata.

Fernando VII
Esta acción acabó con los escasos apoyos del gobierno. Morillo y sus tropas se pasaron al bando francés. Los pocos soldados de La Bisbal fueron vencidos en diversas escaramuzas. Ballesteros arrastró en su huida a un cuerpo de ejército francés que lo persiguió por todo levante. En su avance tomó todas las ciudades a su paso inclusive el último bastión, Granada. Ballesteros se retiró a Jaén donde planto resistencia en Arena de  Campillo.

Fue la única batalla de relevancia y tampoco tuvo una gran envergadura. Los españoles se fortificaron en las montañas donde la caballería quedaba anulada. La defensa estaba muy mal planteada y los franceses tomaron rápidamente los puntos clave. Los españoles sólo resistieron en el castillo. Allí repelieron los asaltos  franceses durante tres días haciendo muchas bajas por fuego de fusilería. Pero controladas las cotas de los alrededores, el castillo fue tomado al asalto al tercer día. Los ejércitos ya operaban de manera descortinada. Ballesteros fue puesto fuera de combate y Mina no podía salir de Cataluña. Sin oposición los franceses sitiaron Cádiz.

La plaza estaba bloqueada por tierra y mar siendo imposible socorrerla por ningún medio. La Milicia Nacional se dispuso a luchar hasta el último hombre pero cuando los franceses tomaron el Trocadero, la ciudad quedó a merced de los bombardeos por tierra y mar. Los defensores acabaron por rendirse. Angulema exigió que las condiciones de paz sólo las trataría con el rey. Las Cortes le liberaron haciéndole firmar una declaración escrita en la que el monarca se comprometía a “un olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado”.

Cuando fue puesto en libertad y estuvo al amparo de las tropas francesas, Fernando VII impulsó una brutal represión contra los liberales dando entrada a un nuevo periodo en la historia de España conocido como Década Ominosa (1823-1833). El ejército francés fue recibido con honores y Angulema como un héroe a su llegada a Paris. El prestigio francés había sido restaurado allí donde Napoleón se lo dejó. Chateaubriand dijo de Angulema la siguiente sentencia: “Recorrió de un paso las Españas, y tuvo éxito donde Bonaparte había fracasado, hizo en seis meses lo que aquel no pudo hacer en siete años, ¡Es un verdadero prodigio!”.

Grabado de la batalla de Trocadero
23:59 Angulema hizo una planificación digna de admirar. Es cierto que el ejército español no estaba a la altura por muchos motivos pero el avance francés estuvo muy bien organizado. Todas las tropas avanzaron en bloque dándose apoyo y evitando que algún elemento del ejército quedase aislado para evitar desastres como el de Bailén. La población no se opuso a la invasión sino todo lo contrario. La ausencia de las guerrillas facilitó las cosas a los franceses que se comportaron de una manera modélica. Las comunicaciones y las retaguardias no fueron hostigadas. No hubo emboscadas. Los escasos intentos de batalla no pudieron ni denominarse como tal. Pues el ejército español, mal preparado y desmoralizado, se limitó a retirarse constantemente. Sólo Espoz y Mina mantuvo en jaque a las tropas francesas y a los realistas, pero su decisión de ponerse a la defensiva ha sido muy criticada. Sus tropas eran lo suficientemente poderosas como para haber derrotado a los franceses y sus aliados absolutistas. Quedando libre para apoyar la resistencia en otros sectores. Aún así fue Cataluña el único lugar donde se opuso resistencia al invasor.

3 comentarios:

  1. muy bueno el documento . gracias :)

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  2. Gracias, eso anima a seguir... ahora estoy inmerso en varios artículos sobre el Duque de Alba que tengo intención de publicar en breve.

    Repito, muchas gracias por leerlo

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  3. ME HA GUSTADO. ES UNA ETAPA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA NO SOLO POCO CONOCIDA SINO QUE SUELE PASARSE POR ALTO. LA GENTE SALTA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA A LA DÉCADA OMINOSA Y... POCO MÁS EN MEDIO, NI LACY, NI RIEGO, NI ANGULEMA Y, MUCHO MENOS, LAS LUCHAS DE LA INDEPENDENCIA AMEEICANA. GRACIAS

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