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jueves, 2 de febrero de 2012

La leyenda de un marino invicto: Héroe de Lepanto


La Real combate contra la Sultana en Lepanto
La Armada Española sometió a la piratería berberisca, y la marina turca, a una presión incesante. Álvaro de Bazán fue un azote para los corsarios del Imperio de la Media Luna. Aún así, la presencia otomana seguía siendo muy importante en el Mediterráneo. El Sultán no pretendía abandonar ese mar a manos de los infieles y dió la orden de iniciar una campaña de conquista de las principales plazas e islas en manos de los cristianos. También ordenó armar una poderosa flota de galeras para garantizar el dominio del Mare Nostrum. La Cristiandad se hallaba en una grave tesitura y no iba a quedar más remedio que dirimir la hegemonía mediterránea en un combate definitivo. 

Soldados Jenízaros
El golpe del Turco no se hizo esperar y lo descargó, con toda su fuerza, en la isla de Malta, sede de los caballeros hospitalarios. Una gran flota puso rumbo a la isla. De ella desembarcaron 30000 soldados un tercio de los cuales eran jenízaros, las tropas de élite otomanas. La Orden de Malta (hospitalarios)había hecho un llamamiento a todos sus caballeros desperdigados por Europa. El Hospital de San Juan conservaría la isla o perecería en el intento. A la guarnición de caballeros hospitalarios, se le sumaban unos 500 veteranos españoles armados con arcabuces y muchos voluntarios malteses. La resistencia fue heroica y el combate encarnizado. Casi todos los hospitalarios perecieron pero los turcos sufrieron un durísimo revés. Durante semanas los defensores resistían las oleadas de asaltos otomanos encabezados por sus jenízaros. Perecieron a millares bajo el fuego defensivo. Pero la posición de los cristianos comenzaba a ser crítica.



Ni Felipe II ni el resto de la Cristiandad podían consentir que Malta cayese en manos otomanas así que se pertrechó una flota de rescate de la isla al mando de Álvaro de Bazán. En ella se embarcaron los temidos Tercios de Nápoles. Cabe destacar que el mérito de esta victoria estuvo siempre en el valor mostrado por los hospitalarios y las tropas españolas destacadas en la isla. Se produjeron episodios de enorme valor que sin duda contribuyeron a la conservación de la moral y que inflingieron constantes pérdidas al enorme ejército turco.



Ejemplo de ello fue el acto protagonizado por un mando español que encabezó una salida a caballo al frente de unos voluntarios y que con enorme sigilo llegaron hasta el hospital y el bagaje otomano asaltándolo. En aquel momento los musulmanes estaban penetrando en la capital y viendo humo en su retaguardia pensaron que habían llegado refuerzos y se dispusieron a combatirlos permitiendo a la guarnición reorganizar la defensa. El asedio de Malta levantó pasiones entre los cristianos. Aventureros y hospitalarios rezagados se arriesgaban a desafiar el cerco y unirse a los defensores. Se cuenta que un grupo de hospitalarios lo intentó a bordo de una pequeña embarcación a remo. Ésta fue destruida de un cañonazo. Todos murieron excepto tres que lograron llegar a nado y unirse a la defensa. Episodios como éste reforzaban la moral de los defensores y acababan con la paciencia turca. Sus asaltos eran repelidos una vez tras otra y las pérdidas eran ya considerables.


Los otomanos asedian la isla de Malta
Como iba diciendo, se encargó a Álvaro de Bazán la tarea de romper el cerco y desembarcar a los tercios en la isla para acabar con las tropas turcas en tierra. El marino logró forzar el asedio naval y dejar su temida carga en tierra. Los otomanos quedaron atónitos. Estaban desmoralizados: la mitad de los jenízaros habían caído y ante aquellos aguerridos defensores aparecía ahora una terrible estampa: los Tercios. Éstos empezaron a formar sus temidos cuadros de ataque y avanzaron al combate, aunque no se produjo ningún enfrentamiento de relevancia. Las tropas otomanas levantaron el sitio y embarcaron con pérdidas cuantiosas que, sin duda, influyeron en lo que estaba por llegar: el combate definitivo en Lepanto. La actuación de los defensores en Malta fue heroica pero la intervención de Bazán fue decisiva. Probablemente sin ella la isla hubiese caído sin remisión a pesar de los valerosos hombres que la defendían.

Lepanto


Pese al duro revés sufrido en Malta, los otomanos no iban a rendirse tan fácilmente. Aún les quedaba intacta su flota y suficientes hombres como para preocupar a los cristianos. Por eso se creó una Liga Santa integrada por España, Malta, Génova, Venecia y los Estados Pontificios. Se armó una potente flota para enfrentarse en una batalla decisiva contra las poderosas escuadras turcas. En este enlace podéis ver imágenes del despliegue y de la composición de las flotas. Sí se debe decir que el peso naval lo llevaron España y Venecia. La primera aportó unos 150 buques de varios tipos y los venecianos otros tantos (más deteriorados y peor equipados) entre los que hay que destacar las 6 galeazas que fueron determinantes en los primeros compases de la batalla.

El despliegue de Lepanto. Extraído de www.grandesbatallas.es de Paco Domingo
Los turcos tenían más embarcaciones aunque la desproporción no era tan notoria. La Liga lo compensaba con un mayor número de tropas y mejor equipadas sobre todo el núcleo de élite integrado por el recién creado Tercio de Armada. En Lepanto tuvieron su bautismo de fuego oficial y su papel fue determinante. Fue la presentación oficial de la infantería de marina aunque ya se habían usado tripulaciones similares en otros conflictos anteriores como el combate en Muros en 1543.


Al amanecer del 7 de octubre de 1571 la flota cristiana avistó a los turcos en el golfo de Patrás (conocido por los italianos como golfo de Lepanto) Los oficiales de la Liga Santa se reunieron. Doria y Colonna aconsejaron no presentar batalla aunque se impuso el criterio del oficial al mando Don Juan de Austria -digno merecedor de un futuro artículo-. Del impetuoso general salieron las siguientes palabras “No es momento de debate sino de combate”. La flota formó en posición de combate a la entrada del golfo. Los otomanos comenzaron sus preparativos y a las 11 de la mañana las huestes estaban prontas para un combate que se preveía encarnizado. Entre ambos contendientes sumaban 600 barcos (220 galeras y 6 galeazas para los cristianos y unos 340 buques otomanos) y 100000 combatientes (5000 infantes y 4500 caballeros cristianos contra 47000 turcos con unos 3000 jenízaros).


A la izquierda desplegaron los venecianos capitaneados por Andrea Doria para evitar, con sus naves más rápidas, cualquier intento de flanqueo que pudiese realizar el veterano marino turco, Uluj Alí Pachá. El centro era para la escuadra de Don Juan de Austria. El Comandante Supremo se enfrentaría al general turco Alí Pachá (que no Uluj). Pachá, con una flota superior, pretendía retener y trabar el centro cristiano mientras se producía el movimiento de flanqueo. Juan de Austria percibió estas intenciones y adelantó a las galeazas un kilómetro por delante de su línea de despliegue. Las galeazas fueron escoltadas por una vanguardia de 14 galeras. Toda esta escuadra estuvo al mando de Juan de Cardona.

Galeaza, determinante en Lepanto

La derecha fue para Barbaringo que debería contener al otomano Sirocco. Don Juan de Austria dejó la reserva a Álvaro de Bazán sin más instrucciones que ayudar donde más se requiriesen refuerzos. El comandante general sabía del buen criterio del reputado marino y le dejó libre albedrío para decidir y actuar en cada momento. Además, en la flota de Bazán estaban embarcados lo mejores soldados del recién creado Tercio de Armada. Había efectivos de estas unidades en todas las embarcaciones pero los más veteranos estaban en La Real de Don Juan de Austria y en la flota de auxilio de Bazán. Se mostró una buena elección dejarlos en reserva pues cuando se incorporaron al combate fueron determinantes y letales.

Recreación de la batalla de Lepanto
Los otomanos por el contrario, dejaron una reserva muy débil en la retaguardia con el único propósito de apuntalar el centro para ganar tiempo hasta que Uluj y Sirocco completasen la maniobra de pinza. A las 11 de la mañana del 7 de octubre de 1571, La Sultana –buque insignia de la flota otomana- lanzó un cañonazo al aire a modo de desafío. Don Juan de Austria recogió el guante y respondió de la misma manera. La gran batalla de Lepanto había comenzado.


Ali Pachá al ver a aquellos monstruos flotantes preguntó a los galeotes y esclavos cristianos sobre su procedencia. Cuando éstos le informaron de la terrible potencia de fuego de estas fortalezas el general turco dió la orden de avanzar rápido y dejarlas atrás cuanto antes. Sirocco y Barbaringo iniciaron las hostilidades. Las galeazas hicieron auténticos estragos entre los otomanos y las maniobrables galeras venecianas de Barbaringo lograron acorralar el flanco turco contra la costa. La escuadra turca fue aniquilada por completo en muy poco tiempo bajo el fuego de los arcabuceros y las galeazas. Los pocos supervivientes fueron perseguidos y pasados por las armas de la infantería.


Serio revés para los otomanos que habían perdido por completo todo su flanco derecho. Aunque aún su armada superaba en número a la cristiana. Alí Pachá percibió el terrible poder de aquellas fortalezas flotantes y decidió que había que traspasar la vanguardia cristiana dejando atrás las galeazas y encarando rápidamente el centro cristiano para trabarlo cuanto antes. La maniobra era muy arriesgada y para ello usó también a todas sus reservas.


Los otomanos se lanzaron con gran ímpetu traspasando las líneas avanzadas cristianas sufriendo graves pérdidas a causa de la artillería. Pero era tal la determinación del ataque que la Sultana ensartó a La Real y los jenízaros se lanzaron al abordaje del buque insignia de Don Juan de Austria. El centro era un auténtico caos. Don Juan había avanzado demasiado y ahora se encontraba aislado; tan sólo recibía el apoyo de la galera veneciana La Vernier desde las que recibía refuerzos. Ali Pacha tenía mayor apoyo, unas 10 galeras desde donde no paraban de llegar más y más soldados.
 

Tercio de Armado asaltando la Sultana en Lepanto
Los arcabuceros y los Tercios de la Real aguantaron los envites uno tras otro, las bajas eran repuestas desde la galera de apoyo y también llegaban algunos escasos efectivos en barcos pequeños que fueron determinantes para aguantar los asaltos y refrescar, en la medida de lo posible, las castigadas tropas de La Real. Don Juan de Austria, trabado en combate, ya no podía ejercer el mando de la flota. Fue en éste momento cuando Álvaro de Bazán tomó la iniciativa y su actuación fue determinante. Con todas sus galeras se lanzó a rescatar a Juan de Austria cuya situación era precaria y comenzaba a verse en serias dificultades.
La escuadra de Bazán se abrió paso hasta la Sultana, destruyendo una gran cantidad de galeras turcas, avanzaban como un huracán arrasando barco tras barco y tripulación tras tripulación. Los Tercios de Armada tuvieron un protagonismo inusual.

Los otomanos no podían hacer frente a aquellos soldados disciplinados y bien equipados. En el momento crítico llegó la Capitana de Nápoles (comandada por Bazán) a la altura de La Real. Don Álvaro de Bazán lanzó una oleada de su temida infantería que entró al combate a sangre y fuego expulsando a los turcos de La Real e inició inmediatamente un brutal asalto contra la Sultana. El ataque fue de tal virulencia que arrasó a los defensores otomanos. Ni siquiera el núcleo jenízaro pudo hacer frente a esa oleada. Los arcabuceros en segunda línea causaron muchísimas bajas. El propio Alí Pachá sucumbió al fuego de los tiradores españoles. Un infante de marina le cortó la cabeza,  la ensartó en una pica y la levantó hacia el cielo de Lepanto. La Sultana había caído y Ali Pacha estaba muerto. El centro turco, muy maltrecho, se desmoralizó y emprendió la retirada con graves pérdidas.

El combate entre las naves insignia: La Real y La Sultana


El destino de la batalla estaba zanjado aunque el combate continuó un poco más. En el flanco izquierdo Uluj Alí Pachá, buen conocedor de aquellas aguas, casi había logrado sobrepasar a Andrea Doria y estaba a punto de consumar el movimiento de flanqueo. En aquel momento Álvaro de Bazán, ya con el pescado vendido en el centro, se lanzó a socorrer a los venecianos del flanco derecho parando el avance turco. Uluj Alí Pachá al ver la superioridad cristiana decidió retirarse intuyendo también que la batalla se había perdido en todos los frentes. Huyó con graves pérdidas pues toda la flota cristiana convergía ahora sobre el ala derecha. A las 4 de la tarde la batalla había finalizado.


Lepanto fue decisivo para detener el avance turco en el Mediterráneo. Los otomanos habían sufrido graves pérdidas en hombres y flota. 190 galeras, con su artillería, hundidas o capturadas el resto de navíos que lograron escapar sufrieron graves daños. Sólo en Lepanto cayeron 30000 turcos y un número indeterminado de heridos aunque debió ser bastante elevado. Los cristianos perdieron 12 naves capturadas que fueron recuperadas. Las pérdidas humanas fueron de 7600 muertos -2000 de ellos españoles- y cerca de 20000 heridos. 

A partir de este momento se inició la decadencia naval otomana a pesar de que al año siguiente desplegaron una nueva escuadra de dimensiones similares. Aunque les fue muy difícil equiparla pues la mayoría de experimentados marinos habían sucumbido en Lepanto. La derrota de Malta también fue decisiva en éste aspecto disparando aún más el índice de muertos de aquella campaña. A pesar de aquella nueva flota los turcos no tenían medios humanos suficientes para plantar cara a la Cristiandad de una manera decisiva en el Mediterráneo.

Muchos hombres se habían perdido en Malta y Lepanto. Entre ellos más de 10000 jenízaros que lucharon hasta el último hombre. Esta infantería se le dedicará también un artículo propio en este blog.
Tras la batalla, Álvaro de Bazán aprovechó el invierno para reparar su escuadra y construir algunas galeras. Ante las noticias de la presencia de una nueva armada turca se dirigió, junto con Juan de Austria, a Grecia para interceptar la nueva amenaza aunque los otomanos no presentaron batalla y la flota volvió a puerto. En 1573 se le encomendó la conquista de Túnez que logró ese mismo año, aunque la plaza se perdió en poco tiempo.

23:59 Don Álvaro de Bazán consolidó en Lepanto su ascendenta como Gran Almirante. Se le empezó a conocer como padre de soldados -según Cervantes-. Tras Lepanto, a nuestro protagonista se le encomendaron operaciones de especial importancia. En el próximo post trataremos la Guerra de Portugal y como este gran marino llegó al cénit de su carrera.

2 comentarios:

  1. Muy bien documentado, enhorabuena.

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  2. mañana el tercero, hoy ya imposible. Gracias por vuestra atención y comentarios

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