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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Cartagena de Indias, la tumba británica


Combate en Bocachica
Continúo con los hechos de Blas de Lezo en este segundo post. En primer lugar, quiero pedir paciencia por la extensión. Pero me ha sido imposible sintetizarlo más. He intentado lincar algunos temas pero aún así, es necesario dar una serie de explicaciones sobre algunos hechos y procesos históricos que son importantes para entender como se llegó a una de las batallas más importantes de la historia.

Es vital, por tanto, dar unas pinceladas sobre la Guerra del Asiento –o Guerra de la Oreja de Jenkins- y también plasmar una serie de fuentes que indican el terrible resultado que esta tuvo para los ingleses.  Dejamos a Blas de Lezo de camino a América escoltando la última Carrera de Indias.

Los británicos, que se dedicaban al contrabando, no aceptaban que se les registrara en los puertos españoles ni por sus guardacostas –pues éstos confiscaban sus mercancías-. Felipe V había concedido a los ingleses el derecho de comerciar una vez al año con las colonias españolas. Por esta concesión podían intercambiar o vender 500 toneladas de mercancía. Pero éstos, viendo el gran negocio, recargaban sus buques con pequeños botes al anochecer o ejercían el contrabando.

En la Convención del Pardo (14 de enero de 1739) se había convenido pagar a los británicos por los daños ocasionados en operaciones de registro a los contrabandistas 95000 libras esterlinas. Felipe V no lo pago y consideró menos costoso arriesgarse a una guerra con Inglaterra.

Fue un conflicto ocasionado por rencillas comerciales pero los ingleses necesitaban un pretexto para declarar la guerra. Juan León Fandiño, capitán de un guardacostas español, apresó al buque Rebecca al mando de Robert Jenkins, un contrabandista. El español le hizo cortar una oreja y lo envío con ella en una caja de vuelta a Londres con el siguiente mensaje: “Dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El revuelo fue tal que inmediatamente se le declaró la guerra a España. Por eso se conoce este conflicto como Guerra de la Oreja de Jenkins.

El almirante Vernon
El 25 de agosto de 1739, Edward Vernon captura Portobelo.  Debido a la negligencia del gobernador, la ciudad estaba mal defendida y fue presa fácil de los ingleses, que con sólo 6 navíos y 200 hombres sometieron a la guarnición y tomaron las piezas de artillería. Esto fue interpretado por lo ingleses como un síntoma de debilidad de España. Vernon fue tildado de héroe y se le dio el mando de la mayor escuadra vista hasta el momento para acabar de una vez por todas con el Imperio Español.

El plan era debilitar a España tomando Cartagena de Indias y convertir el Caribe en un mar inglés en la mesa de negociaciones. En esta ciudad (que pertenecía al virreinato de Nueva Granda, actual Colombia) confluían todas las riquezas de las colonias españolas y por ello era la llave para asfixiar a la corona hispánica y desmembrar su imperio.

A pesar de las magníficas fortificaciones, (pongo mapa de la batalla) Blas de Lezo encontró las defensas de la ciudad en un estado calamitoso. Contaba con poca y mala artillería, casi sin municiones y una existencia de pólvora que apenas llegaba a 3300 libras. Desde su llegada su único propósito fue el abastecimiento de la plaza y la fortificación de la bahía. Para ello ordenó cegar completamente el canal de Bocagrande creando una escollera –un dique que se hace echando piedras al mar-.

De esta forma se aseguró que cualquier ataque por mar tuviera que pasar por los fuertes de Bocachica. Cómo podéis ver en el mapa, Bocachica es una entrada a la bahía mucho más angosta y fácil de defender con fuerzas inferiores en número. Reforzó las guarniciones de los fuertes que protegían  el acceso (San Luis y San José), tendió entre las mismas dos cadenas para impedir el acceso a la bahía y colocó sus barcos para apoyarlos. Sus buques así dispuestos sólo podían disparar con los cañones de un lado. Lezo mandó retirar el resto de piezas de artillería y reforzar con ellas las defensas. También armó las baterías de Tierra Bomba en el islote que separaba Bocachica y Bocagrande.

Plano general de la batalla. Para que podáis identificar las fotalezas y movimientos

Edward Vernon conocía bien a Lezo y lo calificaba como su gran rival. Además estaba herido en su orgullo, pues el marino vasco se había burlado de la toma de Portobelo: “Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera usted insultado las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de la ciudad me hubiera sobrado a mí para contener su cobardía”.

La victoria en Portobelo y la gran fuerza militar que dirigía le hacían estar muy confiado. A pesar de que las únicas informaciones que tenían de las defensas se remontaban a los informes de Pointis, que logró capturar la ciudad en 1697. Mientras tanto, los españoles tenían una red de espionaje muy superior. Gracias a un espía español en Jamaica apodado “el Paisano” se conocían todos los detalles de las fuerzas aprontadas para la toma de Cartagena y gran parte de los planes de Vernon.

El almirante inglés se presentó ante la ciudad con el propósito de recabar información y amedrentar a los defensores en dos ocasiones.  En ambas fueron repelidos. Primero por parte de los cañones de los buques, con mayor alcance que los de los fuertes, que Lezo había reubicado en la selva próxima. Y posteriormente por un hábil movimiento naval en el que el vasco, con sus seis navíos, logró rodear a 13 buques ingleses.

Desde Inglaterra se le apremió a atacar pues consideraban que estaba desperdiciando muchos recursos y tiempo para tan poca recompensa. El 13 de marzo los ingleses aparecieron por Punta Canoa con la segunda mayor flota de la historia (sólo superada por la desplegada en Normandía en 1944). Ésta era mucho mayor que la famosa Invencible de Felipe II (126 navíos). Contaba con 8 grandes navíos de tres palos, 28 de línea, 12 fragatas de combate, 130 transportes, 4 brulotes, algunas bombardas, 9000 soldados de desembarco, 2000 macheteros de Jamaica, 15000 marinos y 4000 colonos norteamericanos de Virginia encabezados por Lawrence Washington (hermanastro del famoso George). 30000 combatientes, 200 buques y 3500 cañones para doblegar “el orgullo español”.

Lezo contaba para la defensa con una fuerza diez veces menor en hombres y muchas veces más en buques. 6 barcos, unos 1000 cañones, 1100 soldados veteranos, 400 bisoños, 600 marinos, 300 milicianos y 600 indios armados con flechas.

La batalla de Cartagena de Indias

El 17 de marzo comienza el cañoneo contra los fuertes y baterías de Bocachica. El bombardeo era constante con 62 disparos a lo hora y ocho barcos atacando relevándose de 4 en 4. Pero no se enfrentaban a un aficionado. Lezo apoyó con sus barcos a la artillería e ideo unas balas encadenadas que destrozaban todo el aparejo de los barcos dejándolos inservibles. Sólo en la batalla del día 20 los cañonazos españoles destruyeron cinco navíos de guerra, dos de ellos de 3 puentes.

Los daños ocasionados en los muros por los ingleses fueron mínimos, pues el Medio Hombre había reforzado los merlones (parte más débil de la muralla por donde asoman los cañones) con sacos de tierra apilados. De esta manera al impactar una bala de cañón no saltaban esas esquirlas que causaban estragos entre los defensores y absorbía el golpe del impacto. La artillería de Tierra Bomba hacía estragos y los ingleses intentaron silenciarla. Lo consiguieron con graves pérdidas de hombres y 3 buques de 80 cañones fuera de combate (Norfolk, Russell y Shrewbury).


Los ingleses logran así desembarcar tropas y artillería. Pero eran castigados continuamente por el fuego del fuerte San Luis. El 5 de abril los británicos lanzaron un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis. Fue tomado al asalto y los españoles debieron replegarse a la ciudad. Tres barcos españoles fueron destruidos y el Galicia, buque insignia de Lezo, capturado. Los ingleses lograron atravesar el primer anillo defensivo pagando un alto precio en buques y más de 1500 muertos.

Blas de Lezo
Vernon seguro de su victoria mandó la fragata Spence, con dos oficiales capturados y la insignia de Lezo, a Londres informando de la toma de Cartagena. En la City se dispararon salvas y fuegos artificiales y se imprimieron monedas en las que aparecía Lezo arrodillado entregando las llaves de la ciudad a Vernon. Alrededor rezaba el siguiente lema: “El orgullo español humillado por Vernon”. Muy caro pagarían los británicos esta arrogancia.

La flota inglesa penetró en la bahía interior y desembarco el grueso de sus fuerzas. Las desavenencias entre el virrey Eslava y Lezo provocaron la caída del cerro de La Popa. Sólo el castillo de San Felipe de Barajas impedía a los británicos tomar la ciudad. Debería ser tomado al asalto para instalar la artillería y poder bombardear la plaza. Ambos contendientes se preparaban para el asalto final.

Ante el inminente ataque, Lezo preparó varias estratagemas para minimizar los daños y desgastar a los asaltantes. En primer lugar desbrozó los alrededores de San Felipe para evitar dar cobertura al enemigo, también había bajado dos metros el nivel del suelo que rodeaba las murallas (luego veremos por qué). También envío dos falsos desertores con información falsa.

Lezo había preparado una trinchera en la que puso a 650 veteranos. Dejo otros 300 en el castillo con 200 marinos como reserva. Los ingleses asaltarían simultáneamente la fortaleza por los cuatro costados. Avanzarían por el Sur aunque el grueso de la tropa se centraría en el lado Este, el más empinado pero con deficiencias en la fortificación según la información errónea de los dos supuestos desertores.

Del lado oeste se encargarían los colonos norteamericanos mientras que en el norte se haría una maniobra de distracción. Vernon no quiso dar apoyo naval al asalto, puesto que debía internarse en un estrecho canal en el que la superioridad del San Felipe de Barajas era evidente. También exigió rendir el fuerte del Manzanillo y el de Pastelillo.

En la madrugada del 20 de abril de 1741 comenzó el asalto final al castillo de San Felipe de Barajas. Las tropas inglesas que avanzaban por el Este fueron engañadas y se vieron de pronto bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar un asalto desesperado. Pero al llegar a las murallas se encontraron con una desagradable sorpresa: las escalas quedaban cortas dos metros, los mismos que Lezo había rebajado el suelo que rodeaba la fortificación.

Al Oeste, las tropas norteamericanas tenían el mismo problema. Se produjo una auténtica carnicería. Según el testimonio de un combatiente: “...rechazados al fusil por más de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y biendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento (...) se pusieron en bergonzosa fuga al berse fatigados de los nuestros los que cansados de escopetearles se abanzaron a bayoneta calada siguiéndolos hasta quasi su campo...”.

Mientras los fuertes del Manzanillo y el Pastelillo resistían firmemente. Los británicos intentaron el asalto pero fueron repelidos por balas de metralla que sólo en la primera salva acabaron con la vida de 200 combatientes. Las enfermedades tropicales comenzaron a hacer mella. Los soldados morían sin que les tocase una sola bala y las tropas se desmoralizaron. Sin embargo la batalla aún continuaba.

Blas de Lezo había conseguido que el lado Sur, defendido por la trinchera y la propia fortificación, sufriera el ataque más débil y sin embargo era la única opción efectiva de ataque contra el verdadero objetivo que otorgaría la victoria. La artillería britànica de La Popa se veía obligada a repartir el fuego contra las posiciones atrincheradas, impidiendo así el ablandamiento del castillo. Las tropas británicas del lado Sur avanzaban hacía el castillo sin saber que al mismo tiempo en los otros frentes sus compatriotas estaban siendo masacrados bajo un fuego espantoso, y ahora el destino de la contienda estaba sobre ellos.

Los británicos concentraron sus fuerzas en esta vía. El fuego de fusilería era intenso y los soldados ingleses no conseguían progresar con facilidad, pasaban las horas y las fuerzas de ambos bandos se iban concentrando en el mismo flanco, sin embargo los ingleses estaban sufriendo un gran desgaste subiendo la ladera bajo el sol tropical y el fuego español. Pero la proporción era de cuatro a uno. Tras horas de combate los atacantes habían conseguido sobrepasar la trinchera por algunos puntos. Y en este momento, Lezo dio su último golpe.

La reserva recibió la orden de salir a la carga. 500 españoles frescos salieron del San Felipe en el momento crítico de la batalla. Los británicos no pudieron hacer frente el ímpetu del asalto y se retiraron cuesta abajo. Los refuerzos que subían la pendiente se contagiaron del miedo y huyeron también. Los defensores los persiguieron hasta La Popa haciendo una gran matanza y capturando toda la artillería britànica.
Lezo había planteado una defensa tenaz con el objetivo de castigar al enemigo para llegar a un combate final con posibilidades reales. Se trataba de provocar bajas y ganar tiempo. Las enfermedades tropicales llegaron de refuerzo a las 6 semanas haciendo estragos entre los hombres noreuropeos poco habituados a aquel clima.

El 30 de abril se produjo un cambio de prisioneros y varios españoles relataron las penurias que sufrían los británicos. En especial una de vital importancia. 50 ingleses habían sido fusilados ante la negativa de un nuevo asalto. La tropa no secundaba a los oficiales y su psicología estaba deshecha. La victoria era completa. Blas de Lezo logró desgastar al enemigo y obligarlo a realizar un asalto en el que no pudiera ejercer plenamente su superioridad numérica.

Ante esta situación, Vernon puso a disparar el buque Galicia pero el cañoneo de las defensas mato a los tripulantes y lo incendió. El barco era ingobernable y el aire lo llevó al grueso de la Armada británica. Muchos buques se incendiaron y explotaron. El 8 de mayo Vernon inició la retirada. Se vio obligado a incendiar 5 buques más por falta de tripulación (signo ilustrativo de las pérdidas humanas)  y se retiró a Jamaica. Cargados de hombres moribundos sus barcos parecían hospitales. Los historiadores ingleses ocultaron vergonzosamente lo ocurrido en Cartagena de Indias por orden de Jorge II.

Existen cifras que muestran el resultado de tan abultada derrota pero quizá estén redondeadas a la baja. Los testimonios y documentos de la época hablan de que “cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses”. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuía la victoria a “las misericordias de Dios”. El caso es que las bajas fueron muy graves. “En términos relativos, los atacantes habían perdido un 15 % de su fuerza y los defensores un 20 %, pero pese a esta relativa ventaja local el efecto era mucho peor para el visitante”.

Pero como decía, existen informaciones más dramáticas y creíbles porque provienen de los propios ingleses que combatieron en Cartagena. El informe de John Pembroke relataba lo siguiente: “Por la cuenta honesta tuvimos 18000 hombres muertos, y según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El almirante Una Pierna, con su excelente mando y fuego mató a 9000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los agricultores pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco”.

Esta colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó y el rey Jorge II prohibió a los historiadores y cronistas hablar de este episodio. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741” y “El orgullo español humillado por Vernon”.

23:59 El almirante Vernon se alejó de la bahía con su armada destrozada gritando: “God damn you, Lezo! I will return!” (“¡Qué Dios te maldiga Lezo! Volveré!). En respuesta, Blas de Lezo pronunció una inmortal frase:

“Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo le va a servir para transportar carbón de Irlanda a Londres, lo cual le hubiera sido mejor que emprender una conquista que no puede conseguir”.
El post es largo, lo reconozco y no será lo habitual. El siguiente será mucho más corto y trataré sobre el fin de Blas de Lezo, su olvido, las consecuencias de esta victoria y la recuperación reciente de su memoria.

1 comentario:

  1. Perdón por la extensión. El mapa es ideal para recrear una partida naval

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