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viernes, 20 de abril de 2012

LAS GUERRAS MÉDICAS II


Una victoria definitiva: segunda guerra médica


Maratón supuso un duro revés para los persas. Su ejército fue vencido y su armada debió desistir de atacar Atenas. Las tropas de Darío huyeron a Asia con el rabo entre las piernas. El Gran Rey murió poco tiempo después y su sucesor Jerjes recogería el guante; la victoria griega pesaba como una losa que aplastaba el orgullo del imperio más poderoso de la época. Jerjes decidió sacarse aquella espina clavada y preparó un ejército y una armada de proporciones nunca vistas con la intención de dominar todo el mundo griego.

Leónidas, rey de Esparta
Las cifras que proporcionan las fuentes clásicas, sobre todo Herodoto, son muy poco fiables y poco objetivas. Los dos millones de soldados y 1200 barcos son poco menos que una ilusión; aunque una cosa si es cierta: el ejército persa debió ser imponente. La cifra real rondaría los 140000 combatientes que contarían con el apoyo de unos 500 barcos. Con estas fuerzas atravesó Jerjes –que en esta ocasión marchaba al frente de sus huestes- el paso de los Dardanelos. Las huestes persas avanzaban siguiendo la costa para recibir en todo momento el apoyo de su flota. Durante su marcha, muchas ciudades helenas se pasaron a la causa persa temerosas de enfrentarse a aquel ejército enorme.

Los griegos decidieron replegarse desde Tempe. Esta retirada influyó también a que muchos helenos abrazasen o se sometiesen al Persa. Finalmente Leónidas, uno de los reyes lacedemonios, al frente de un contingente griego de 10000 hombres – 3000 hoplitas y unos 7000 auxiliares- decidió hacerse fuerte en el paso de Termópilas; un angosto cañón de paso obligado para penetrar en Grecia. Al ver la enorme superioridad numérica del enemigo, los contingentes peloponesios sugirieron retirarse hasta el estrecho de Corinto donde podrían armar una defensa empleando todos sus recursos militares.

Se impuso el criterio de Leónidas. Éste consideraba que una nueva retirada dejaría en manos de los persas una gran cantidad de pueblos helenos que podrían llegar a ser aliados potenciales. La decisión del rey espartiata quizá fuese temeraria pero también es cierto que las consecuencias fueron determinantes para los griegos. Era necesario frenar el avance persa, ganar tiempo y probar la fuerza de sus armas; la posición escogida era la mejor posible. Los griegos contaban además con el apoyo de una flota y tuvieron tiempo de levantar el muro focidio que cercaba el paso. Cuando llegaron los persas, la posición estaba muy bien defendida y sólo la traición salvó la vida de muchos invasores.

Termópilas


Cuando Jerjes llegó al paso de las Termópilas descubrió en seguida la posición de los defensores y mandó exploradores para que informasen de los detalles. Los espartanos y sus aliados griegos estaban lavándose. Cuenta Herodoto que ante la visión de la enorme horda persa un tracio le dijo a un general espartano que “los persas eran tantos que tapaban el sol con sus andanadas de flechas”; a esto respondió el lacedemonio “¡Mejor! Así podremos luchar a la sombra”. Los exploradores observaron las defensas, el número y la actitud "disoluta" de los defensores; y regresaron al campamento persa para informar a Jerjes. Una vez bien acicalados, los hoplitas griegos formaron sus falanges y los auxiliares se prepararon para la batalla.

Termópilas era un desfiladero estrecho que unía Tesalia con Lócrida y, también, la única entrada a Grecia por el nordeste. Su nombre significa puertas calientes, debido a que era una zona termal. El balneario quedó destruido después de la batalla. El paso tenía unos 800 metros de anchura y una longitud de 2 Km., pero en el extremo oriental el ancho era tan sólo de 15 metros. Jerjes, al recibir las informaciones de sus exploradores, desprecio a los defensores por su “conducta indecorosa” –se bañaban ante la vista del enemigo- y por su escaso número -comparado con el enorme tamaño del contingente persa-. Envíó una hueste armada al grito de “¡Traédmelos!”
Movimientos de la flota y ejército persa durante la segunda guerra médica

El rey persa no había aprendido nada de la primera guerra. Aquellos hoplitas estaban mejor entrenados y equipados que la mayoría de su heterogénea horda. Sus hoplón y las lanzas largas les daban ventaja. El contingente medo se lanzó sobre las posiciones griegas. Los hoplitas esperaban parapetados tras el muro focidio y en los primeros instantes del choque la vanguardia persa quedó ensartada en las lanzas helenas. Los cuchillos, los escudos de esparto y los arcos de nada servían ante aquellas inexpugnables formaciones cerradas que además, debido al lugar escogido, eran imposibles de flanquear. Los persas demostraron su valor durante toda la jornada. Nuevas tropas asaltaban las posiciones griegas y una vez tras otra eran repelidas con grandes pérdidas aún así no cejaron en su empeño.

Ante aquel desastre, Jerjes, decidió dar la orden de avanzar a la élite de su ejército: Los Inmortales –un cuerpo de 10000 hombres que recibía su nombre porque cualquier baja era inmediatamente repuesta por un nuevo recluta siendo inamovible el número de integrantes de la formación-. La fama de estas tropas les precedía pero durante aquella jornada muchos de ellos probaron el sabor de la muerte. Los Inmortales se lanzaron al asalto sobre las posiciones griegas, pero sus lanzas cortas no eran rival para los hoplitas. Las grebas, el casco, la coraza y el escudo no dejaban resquicio alguno. Los persas combatieron con arrojo pero al final sus bajas fueron tantas que debieron retroceder. El golpe moral fue devastador.

Por la noche, Leónidas fue informado de la existencia de la senda Anopea –un camino de montaña que permitía rodear el paso hasta la otra entrada- y éste decidió enviar a mil soldados foceos para proteger aquel punto débil. Al alba, el ejército persa estaba paralizado en aquel paraje. Durante el segundo día armó un contingente con lo mejor de todos los pueblos que integraban su ejército y los lanzó contra los griegos bajo la premisa de que si retrocedían serían ejecutados. Jerjes pensaba que el cansancio haría mella entre los defensores pero no fue así. La élite persa se batió con arrojo pero sucumbió ante la destreza y la táctica griega.

Plano de las Termopilas y la Senda Anopea
Los persas caían repetidamente en las estrategias helenas. La más común consistía en romper la falange y simular una retirada. Los persas se lanzaban en persecución y quedaban desordenados. En ese momento los hoplitas se volvían formando en falange y sorprendían a los desprevenidos perseguidores que sufrían notables pérdidas. Así transcurrió toda la jornada hasta que la moral de los atacantes se rompió. Aunque no todo era negativo para los persas. La flota griega estaba sufriendo graves pérdidas en los combates navales. Pese a que muchos barcos persas se hundieron por una fuerte tormenta, la superioridad era aplastante y la flota griega se hallaba en una situación crítica.

Jerjes también recibió una información que le daría, por fin, la victoria. Efialtes, un traidor, informó a los persas de la existencia de un camino que les conduciría a la retaguardia griega. Sin pensarlo dos veces, Jerjes ordenó a su general Hidarnes que marchase por aquel camino con los Inmortales. Al alba del tercer día atacarían a los griegos desde todos los lados. La guarnición focea se vio desbordada y decidió formar en un promontorio sin darse cuenta de que dejaban el paso libre a los persas. Aún así enviaron emisarios que informaron a Leónidas de los movimientos del enemigo. Hidarnes, al tener el camino libre, dejo un contingente para lidiar con los focenses mientras avanzaba, con el grueso de sus tropas,  por la senda Anopea para llegar a tiempo a la posición convenida.

300


La posición griega era ahora insostenible. Y se optó por la retirada de la mayor parte de peloponesios. Aún así, Leónidas, al frente de un pequeño contingente, decidió defender la posición “tal y como dictan las obligaciones hacia mi patria”. Leónidas se quedó en Termópilas con su escolta personal de 300 hoplitas espartanos y un contingente de unos 1200 hombres (en su mayor parte teaspios y algunos voluntarios tebanos). Tebas se había rendido a los persas y los hoplitas tebanos no tenían patria a la que regresar así que decidieron permanecer en Termópilas, aunque se rendirían a los persas en los primeros compases de la lucha durante el tercer día de resistencia.

Ilustración que refleja el combate de Termópilas
Era aquella una resistencia desesperada que con toda probabilidad se abocaba a un final trágico. Aún así, los griegos no habían dicho su última palabra y los persas recordarían siempre aquella fatídica noche. Cuando las últimas columnas de soldados se alejaban del paso se le sugirió a Leónidas la posibilidad de realizar un ataque frontal al campamento persa durante la noche y asaltar la tienda de Jerjes. La idea conllevaba riesgos pero siendo honestos, era la única posibilidad, aunque exigua, de obtener la victoria. La otra opción era esperar a ser cercados por el enemigo. La situación de la flota de apoyo era muy delicada y Leónidas se debatía entre una última carga en la que tenía muy poco que perder y mucho a ganar; o esperar una muerte segura al amanecer cuando sus tropas fuesen completamente rodeadas por los persas. El rey lacedemonio mandó formar a sus falanges para el ataque. Los persas jamás olvidarían la última carga de los 300.

La última carga de Leónidas


Las tropas griegas encabezadas por los espartanos lanzaron un contragolpe letal que cogió por sorpresa a los persas. Irrumpieron en el campamento persa a sangre y fuego, en formación cerrada y sembrando el terror entre los sorprendidos defensores. El nerviosismo y el caos se apoderaron del campo medo. El ejército de Jerjes, tomado por sorpresa, no podía discernir cuantos enemigos les atacaban. Muchos persas murieron por error a manos de sus compatriotas que no eran capaces de distinguir a amigos de enemigos. Tal era el caos que había provocado la última carga de los 300.

La última resistencia de los 300
Los griegos se abrieron paso hasta la tienda de Jerjes pero éste había sido evacuado por precaución ante los primeros síntomas de combate. Aún así, los persas recibieron un severo correctivo durante toda la noche sin ser capaces de repeler a sus atacantes. Finalmente, las primeras luces del alba permitieron a los generales persas ubicar el número y la posición del enemigo organizando un contra ataque devastador. El propio Leónidas cayó muerto durante el combate y su guardia personal se ganó un lugar en la historia luchando hasta el último hombre alrededor de su rey muerto. El resto del contingente griego, muy castigado, se replegó hacia el paso de Termópilas y formó en erizo para protegerse con sus escudos de la lluvia de flechas que les caía desde todos lados. Hidarnes ya los había rodeado. Los últimos griegos fueron aplastados por una nube de flechas.

Estatua conmemorativa de Leónidas en Termópilas
Lo que debía ser un trámite se convirtió en un auténtico desastre para Jerjes. 20000 almas pagaron los persas por atravesar ese paso por sólo 3000 de los griegos. Al conocer la derrota, la flota se retiró a Salamina dejando el camino libre a los persas para entrar en Grecia. Aún así, aquel golpe fue determinante. Las pérdidas en hombres fueron importantes, pero el golpe moral fue aún peor. ¿Qué pasaría cuando debiesen enfrentarse a miles y miles de hombres como los defensores de Termópilas? La resistencia de Leónidas permitió reorganizarse al ejército griego, dió tiempo para reunir la flota en Salamina –lugar escogido para el combate naval contra los persas- y precipitó que un ejército de 10000 espartanos marchase a la guerra para vengar a su rey.

23:59 Los persas continuaron su avance hacia Grecia con la duda en el corazón. Habían pagado un precio demasiado caro por aquella victoria. Es cierto que el ejército de Jerjes aún era enorme pero la confianza en las propias fuerzas ya no era tan férrea. En la actualidad un monumento conmemora la hazaña de Leónidas y sus 300 en el mismo paso de Termópilas. Aún así, la guerra no había acabado el siguiente episodio será un combate naval que sería definitivo para el conflicto. La flota griega esperaba al enemigo en Salamina.

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