Eustaquieu seguro de aplastar al glorioso pueblo ruso |
Este viernes algunos compañeros del
Somatent dirimieron sus diferencias en la mesa de juego. El árbitro: el
reglamento Lasalle. Se enfrentaron las heroicas huestes del zar -hombres
valerosos, defensores heroicos de la patria y el pueblo ruso- contra los
representantes del maligno, los gabachos de mesié Napoleón. Hombres zafios, bárbaros
que pretenden violentar los pilares de la Madre Patria y de su hijo primogénito:
Nuestro bien amado zar.
Sobra decir,
que los informes de este blog siempre reflejan la verdad absoluta de lo que pasó
en el campo de batalla y que en ningún momento introducimos favoritismos hacia
una u otra facción (jejeje). El heroico pueblo ruso arrasa últimamente en el
club. Alemanes, ingleses, franceses… da igual a quien nos pongan delante;
simplemente lo aplastamos y bebemos vodka sobre los restos humeantes y putrefactos
de sus ejércitos vencidos. Este viernes el alto mando ruso no estuvo en el
campo de batallo pero su cadena de victorias y la virtud de nuestros valientes
soldados produce un magnetismo sin parangón capaz de que mariscales alemanes
consolidados se pasen a nuestra causa tras ver que el camino ruso es el más
adecuado para alcanzar la gloria.
La plana
mayor no hizo acto de presencia por cuestiones de faldas, éstooo por motivos de
estado, así que pusimos al mando de nuestros ejércitos a los recién llegados
Tresacof y Josevich para expulsar de nuestro sagrado suelo a los pérfidos
franchutes dirigidos por mesié Eustaquien y su segundo al mando mesié Pedreau.
El propio Josevich, que en sus ratos libres ejerce como corresponsal de Pravda,
entregó un muy trabajado y correcto informe de la gloriosa victoria de las
armas rusas. Ambos generales serán recibidos con honores, vodka y algunas
bellezas ucranianas a su llegada al palacio de Invierno de San Petersburgo para
celebrar el severo golpe inflingido a la avanzadilla de Napoleón.
Informe de
Josevich
“Nuestra
política de tierra quemada había dado sus frutos y nuestras tropas habían
formado en orden de batalla para frenar el avance de la castigada vanguardia
francesa. Los gabachos habían acampado en la pequeña aldea de Rizokov y estaban
obligados a romper nuestras líneas y continuar su avance. No lo íbamos a
permitir. Era el momento de vencer o morir. Los finolis pagarían un elevado
peaje en vidas si querían llegar a Moscú.
Tresacof, previendo
un intento de asalto de la caballería, decidió situar dos poderosas baterías de
cañones apoyadas por la infantería. (Aunque existen discrepancias sobre cual de
los dos generales tomó esta decisión). Fuera quien fuera, su decisión fue profética.
Eustaquieu, menospreciando a nuestros vigorosos jóvenes, se lanzó en temeraria
carga con sus dragones. Pensaban que nuestros soldados se acobardarían y huirían.
-Vive la
France!!!!!- gritaban al unísono los jinetes franceses.
Pero los
rusos ya no se iban a retirar. Todo obedecía a un plan maestro y había llegado
al momento de contarles a los gabachos cuatro chistes de los buenos. El
atronador rugido de nuestros cañones fue más potente de lo habitual, símbolo de
un día glorioso. La caballería francesa fue duramente castigada. Los rusos no
iban a romper líneas y las poderosas baterías destrozaban grupos enteros de
dragones. La “tan temida” caballería napoleónica mordía el polvo a los pies de
nuestros cañones mientras la infantería de apoyo, enervada por aquel olor a
victoria, se lanzaba a la carga en un asalto salvaje y lleno de furia al grito de:
¡Merde Alors!
Las hordas
del zar cayeron como un rayo sobre los maltrechos restos gabachos. Los
muchachos se vengaron de los múltiples actos de barbarie que los invasores habían
llegado a cabo durante su avance. Hicimos filetes con sus caballos y mejor no
pongo en este informe lo que hicimos con los jinetes. Ante tal desastre,
Pedreau se lanzó al ataque con el grueso del ejército francés. Su objetivo era
acabar con los refuerzos rusos que llegaban al campo de batalla. Pero éstos,
impulsados por los heroicos actos de sus compañeros, aguantaron estoicamente
las acometidas de los hijos del café late el tiempo suficiente para que el
resto del ejército ruso, harto de hacer masa de crusán con los franceses,
cayese sobre el costado de las tropas de Pedreau para hacer suflé de gabacho.
A la 1:30
de la madrugada las tropas francesas tenían que superar un chequeo para poder
seguir en combate, ya que tenían más de 5 unidades eliminadas. Debían sacar más
de 15 con 5d6 (que mira que es sencillo) pero obtuvieron un 13 en la tirada
optando por tomar las de Villadiego y poniendo pies en polvorosa del furor
ruso. Tresacof divisaba la retirada francesa con una sonrisa en la cara por un
trabajo bien hecho. Finalmente se dio cuenta de que la justicia es mujer y
rusa. Así que se metió de nuevo en la casita blanca de Rizokov a guarecerse del
frío, a tomar un merecido vodka y a jugar a soldaditos con unas guapas
ucranianas. Mientras tanto, yo, Josevich tengo que estar aquí pringando para
que el general Segurov tenga contentas a las altas esferas y el maldito Tresacof
se ponga las medallitas y a las ucranianas”.
Josevich,
corresponsal de guerra del Pravda y héroe de Rizokov
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