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jueves, 1 de marzo de 2012

El asedio de la isla de Rodas


Asedio de Rodas, 1480
Los caballeros hospitalarios fueron expulsados de esta isla del Mediterráneo por Solimán el Magnífico en 1522. El imperio turco lanzó una gran campaña contra la fortaleza de la orden del Hospital de San Juan para consumar una expansión que se había traducido en la conquista de Constantinopla en 1453 y que debía redondearse con la supremacía marítima en el Mare Nostrum. Los caballeros eran el principal obstáculo que se oponía a los otomanos en el Mediterráneo Oriental. La batalla fue encarnizada y tras seis meses de asedio la plaza cayó en manos musulmanas.  

El sitio de Rodas fue la empresa más ardua a la que debió hacer frente el gran sultán. Los cristianos, en inferioridad numérica, aguantaron los envites turcos durante seis largos meses. La resistencia destacó por un heroísmo inusitado frente a un enemigo muy superior que no daba cuartel. En este enfrentamiento ambos bandos hicieron uso de las técnicas y tácticas militares más avanzadas de la época.  

Los caballeros de la orden de San Juan ayudaban y protegían a los peregrinos que se dirigían hacia Jerusalén pero ésta no era su única tarea. Los hospitalarios ejercían el corso saqueando buques y territorios islámicos para obtener botín y grano aprovechando su poder naval. Sus buques eran temidos en todo el Mediterráneo por su notable poder artillero y los caballeros se beneficiaban de ello. Esto se convirtió en un grave problema para el imperio otomano que no podía garantizar la seguridad de muchos de sus territorios ni de sus rutas comerciales.

Tras la toma de Constantinopla, Rodas pasó a ser un objetivo prioritario en los planes de expansión otomanos. Mehmet II lanzó una poderosa expedición contra la  isla en 1480 pero no pudo quebrar la resistencia de los caballeros y debió retirarse con graves pérdidas. En 1522, Solimán decidió vengar esta derrota y poner fin a la actividad pirata de los cristianos en el Mediterráneo Oriental. Pero las murallas de Rodas, de traza italiana, eran muy poderosas y exigían un ataque masivo para poder ser penetradas.

Solimán envío una flota de 300 barcos. El ejército destinado a esta operación superaba los 100000 combatientes –aunque algunas fuentes aseguran que esta cifra se podría duplicar aunque parece poco probable- incluyendo una hueste de más de 10000 jenízaros. El visir Pirí Bajá estaba al frente del contingente otomano aunque el propio Sultán llegaría a la isla un mes más tarde para ponerse al frente de la campaña. La guarnición de Rodas se componía de 600 caballeros comandados por Philippe Villier, gran maestre de la orden, y unos 5000 soldados de diversas nacionalidades. Los 7 barcos de guerra de los que disponían no pudieron evitar el bloqueo que los turcos impusieron por mar.

Los otomanos iniciaron las hostilidades con un intenso bombardeo sobre los muros. Pero éstos, debido a su diseño moderno, resistían muy bien los impactos de los cañones. Los contraataques de la artillería cristiana eran devastadores pues podían atacar directamente a las trincheras otomanas inflingiendo muchas pérdidas en hombres y material desde una posición defensiva inexpugnable. Los turcos cavaban túneles para minar los muros y volarlos pero esta empresa fue muy difícil gracias al ingenio de Gabriel Martiniego, un maestro en disparo y diseño defensivo, que instaló un sistema de tambores bajo el suelo que reaccionaban ante cualquier vibración.

Gracias a éste sistema los defensores eran alertados cuando los zapadores otomanos se acercaban a las murallas. Los ingenieros turcos se vieron obligados a minar los muros en intentos masivos y por muchos puntos. Instalar una mina implicaba centenares de muertes a manos de los defensores.  Finalmente, el 4 de septiembre, tras cinco semanas de asedio, los turcos consiguieron detonar dos grandes minas que abrieron una enorme brecha en el bastión de Inglaterra. Los atacantes lanzaron un asalto poderoso llegando a conquistar el fortín pero una carga desesperada de los caballeros de San Juan con el gran maestre al frente logró rechazar a los atacantes. Rápidamente se improvisaron barricadas y tropas alemanas reforzaron a los ingleses y sanjuanistas.

Esto fue suficiente para repeler otros dos duros asaltos otomanos que dejaron más de 2000 muertos sobre el campo de batalla. La gran resistencia obligó a los turcos a retirarse. Su artillería no podía con aquellos muros y los musulmanes optaron por aprovechar su superioridad numérica para someter la plaza con asaltos masivos como el realizado el 24 de septiembre contra los bastiones de Aragón, Inglaterra, Provenza e Italia. Los turcos estuvieron reforzando la ofensiva durante todo un día. El bastión de Aragón recibió el golpe más contundente. Los jenízaros encabezaron el asalto y el fortín cambió de manos varias veces. De nuevo, los sanjuanistas lanzaron una carga masiva para apoyar a los aragoneses.

El ataque sorprendió a las castigadas y cansadas tropas otomanas y finalmente fueron rechazados con pérdidas enormes entre la infantería de élite del Sultán. Sin embargo también cayeron muchos cristianos ese día. Los turcos recibían refuerzos constantemente sin embargo las tropas de refresco, que los venecianos habían prometido, no llegaban. Aún así los defensores, cada vez en menor número, desmantelaban un ataque tras otro. Tras éste ataque Solimán condenó a muerte a su general aunque luego se retractó. En octubre se puso fin a los asaltos masivos. Las pérdidas en hombres ascendían a varias decenas de miles entre muertos y heridos; las enfermedades también estaban causando estragos entre los sitiadores.

Viendo aquel desastre, los otomanos decidieron aliarse con el tiempo y someter la plaza por agotamiento y hambre. A principios de diciembre la ciudad aún no se rendía y Solimán usó su propaganda para hacer creer a los defensores que se les permitiría abandonar la isla. A los que se quedasen se les respetaría su religión. Estas promesas calaron hondo entre los soldados que no pertenecían a la orden. Las tropas estaban desmoralizadas y ya casi no quedaba comida ni munición para los cañones. Además se había perdido cualquier esperanza de recibir refuerzos. La defensa estuvo a punto de desmoronarse.

En este momento un barco procedente de Creta con 300 voluntarios venecianos, que habían desobedecido la orden de la República, consiguió atravesar el bloqueo turco. Era una fuerza pequeña y fue rápidamente desmantelada, pero esto hizo creer a los turcos que los refuerzos cristianos estaban en camino. Ante la preocupación de que nuevas fuerzas enemigas socorriesen la isla el Sultán decidió lanzar un contundente ataque y echar el resto en la toma de la plaza. El tiempo se alió con los defensores y la lluvia convirtió el terreno en un barrizal.

El asalto fue virulento, tenaz y se prolongó durante varios días. El combate fue encarnizado pero la ciudad no cayó. Varios miles de turcos perecieron en aquella maniobra y viendo las enormes pérdidas, Solimán estuvo a punto de levantar el sitio para acabar con aquella sangría. Pero dos desertores cristianos informaron de que los defensores habían sufrido graves pérdidas en la última ofensiva. Quedaban muy pocos y su moral estaba a punto de romperse. El Sultán decidió continuar con el asedio.

El 11 de diciembre se intentó negociar una capitulación pero las exigencias cristianas fueron inaceptables y los turcos reanudaron las hostilidades. El bombardeo artillero se concentró sobre el bastión de Aragón, ya muy castigado. Los defensores eran muy pocos y las brechas numerosas. El Sultán ordenó nuevos asaltos masivos y pese al apoyo del resto de defensores finalmente los jenízaros tomaron el baluarte el 17 de diciembre. La ciudad estaba perdida y el gran maestre solicitó una tregua el 20 de diciembre.

Solimán permitió a los cristianos abandonar la isla en un plazo de doce días. Podrían llevarse sus bienes, sus armas y todas sus pertenencias y además se eximiría fiscalmente a los isleños durante cinco años. Además ninguna iglesia rodense se convertiría en mezquita. El 1 de enero de 1523 los caballeros abandonaron Rodas y se instalaron en Creta. Finalmente, en 1530, el emperador Carlos V les cedió Malta que se convirtió en un nuevo bastión que frenó y se opuso frontalmente a la expansión otomana.

23:59 “Nada en el mundo perdió se tan bien como Rodas” llegó a afirmar Carlos V. Efectivamente las condiciones concedidas eran inmejorables. La tenaz defensa obligó a Solimán a realizar muchas concesiones para ganar lo que seguramente le hubiese costado aún muchas vidas a pesar de tener una cabeza de puente en las murallas. Finalmente los otomanos consiguieron su propósito y Rodas garantizó su supremacía marítima hasta Lepanto. Sin embargo se debe recordar que las pérdidas fueron enormes. No hay mucha información al respecto pero probablemente superaron las de Lepanto y las del asedio de Malta. Se calcula que en seis meses murieron más de 50000 turcos (incluyendo las víctimas por enfermedad). Las cifras de heridos debieron ser importantes así como las pérdidas en artillería y material. Unos 4000 cristianos perecieron (probablemente más si se contasen víctimas civiles). Pero aunque las cifras no sean del todo fiables, es un hecho que la conquista de Rodas costó sangre, sudor y lágrimas a los otomanos. Aún así las ventajas que suponía controlar la isla compensaron estas pérdidas sobradamente.


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