Asedio de Rodas, 1480 |
Los caballeros hospitalarios fueron expulsados de esta isla
del Mediterráneo por Solimán el Magnífico en 1522. El imperio turco lanzó una
gran campaña contra la fortaleza de la orden del Hospital de San Juan para consumar
una expansión que se había traducido en la conquista de Constantinopla en 1453
y que debía redondearse con la supremacía marítima en el Mare Nostrum. Los
caballeros eran el principal obstáculo que se oponía a los otomanos en el
Mediterráneo Oriental. La batalla fue encarnizada y tras seis meses de asedio
la plaza cayó en manos musulmanas.
Los caballeros de la orden de San Juan ayudaban y protegían
a los peregrinos que se dirigían hacia Jerusalén pero ésta no era su única
tarea. Los hospitalarios ejercían el corso saqueando buques y territorios islámicos
para obtener botín y grano aprovechando su poder naval. Sus buques eran temidos
en todo el Mediterráneo por su notable poder artillero y los caballeros se beneficiaban
de ello. Esto se convirtió en un grave problema para el imperio otomano que no
podía garantizar la seguridad de muchos de sus territorios ni de sus rutas
comerciales.
Tras la toma de Constantinopla, Rodas pasó a ser un objetivo
prioritario en los planes de expansión otomanos. Mehmet II lanzó una poderosa
expedición contra la isla en 1480 pero
no pudo quebrar la resistencia de los caballeros y debió retirarse con graves pérdidas.
En 1522, Solimán decidió vengar esta derrota y poner fin a la actividad pirata
de los cristianos en el Mediterráneo Oriental. Pero las murallas de Rodas, de
traza italiana, eran muy poderosas y exigían un ataque masivo para poder ser
penetradas.
Solimán envío una flota de 300 barcos. El ejército destinado a esta operación superaba los 100000
combatientes –aunque algunas fuentes aseguran que esta cifra se podría duplicar
aunque parece poco probable- incluyendo una hueste de más de 10000 jenízaros.
El visir Pirí Bajá estaba al frente del contingente otomano aunque el propio
Sultán llegaría a la isla un mes más tarde para ponerse al frente de la
campaña. La guarnición de Rodas se componía de 600 caballeros comandados por
Philippe Villier, gran maestre de la orden, y unos 5000 soldados de diversas
nacionalidades. Los 7 barcos de guerra de los que disponían no pudieron evitar
el bloqueo que los turcos impusieron por mar.
Los otomanos iniciaron las hostilidades con un intenso
bombardeo sobre los muros. Pero éstos, debido a su diseño moderno, resistían
muy bien los impactos de los cañones. Los contraataques de la artillería
cristiana eran devastadores pues podían atacar directamente a las trincheras
otomanas inflingiendo muchas pérdidas en hombres y material desde una posición
defensiva inexpugnable. Los turcos cavaban túneles para minar los muros y
volarlos pero esta empresa fue muy difícil gracias al ingenio de Gabriel
Martiniego, un maestro en disparo y diseño defensivo, que instaló un sistema de
tambores bajo el suelo que reaccionaban ante cualquier vibración.
Gracias a éste sistema los defensores eran alertados cuando
los zapadores otomanos se acercaban a las murallas. Los ingenieros turcos se
vieron obligados a minar los muros en intentos masivos y por muchos puntos.
Instalar una mina implicaba centenares de muertes a manos de los
defensores. Finalmente, el 4 de
septiembre, tras cinco semanas de asedio, los turcos consiguieron detonar dos
grandes minas que abrieron una enorme brecha en el bastión de Inglaterra. Los
atacantes lanzaron un asalto poderoso llegando a conquistar el fortín pero una
carga desesperada de los caballeros de San Juan con el gran maestre al frente
logró rechazar a los atacantes. Rápidamente se improvisaron barricadas y tropas
alemanas reforzaron a los ingleses y sanjuanistas.
Esto fue suficiente para repeler otros dos duros asaltos
otomanos que dejaron más de 2000 muertos sobre el campo de batalla. La gran
resistencia obligó a los turcos a retirarse. Su artillería no podía
con aquellos muros y los musulmanes optaron por aprovechar su superioridad numérica
para someter la plaza con asaltos masivos como el realizado el 24 de septiembre
contra los bastiones de Aragón, Inglaterra, Provenza e Italia. Los turcos
estuvieron reforzando la ofensiva durante todo un día. El bastión de Aragón
recibió el golpe más contundente. Los jenízaros encabezaron el asalto y el fortín
cambió de manos varias veces. De nuevo, los sanjuanistas lanzaron una carga
masiva para apoyar a los aragoneses.
El ataque sorprendió a las castigadas y cansadas tropas
otomanas y finalmente fueron rechazados con pérdidas enormes entre la infantería
de élite del Sultán. Sin embargo también cayeron muchos cristianos ese día. Los
turcos recibían refuerzos constantemente sin embargo las tropas de refresco, que los
venecianos habían prometido, no llegaban. Aún así los defensores, cada vez en menor
número, desmantelaban un ataque tras otro. Tras éste ataque Solimán condenó a
muerte a su general aunque luego se retractó. En octubre se puso fin a los
asaltos masivos. Las pérdidas en hombres ascendían a varias decenas de miles
entre muertos y heridos; las enfermedades también estaban causando estragos
entre los sitiadores.
Viendo aquel desastre, los otomanos decidieron aliarse con
el tiempo y someter la plaza por agotamiento y hambre. A principios de
diciembre la ciudad aún no se rendía y Solimán usó su propaganda
para hacer creer a los defensores que se les permitiría abandonar la isla. A
los que se quedasen se les respetaría su religión. Estas promesas calaron hondo
entre los soldados que no pertenecían a la orden. Las tropas estaban
desmoralizadas y ya casi no quedaba comida ni munición para los cañones. Además
se había perdido cualquier esperanza de recibir refuerzos. La defensa estuvo a punto de desmoronarse.
En este momento un barco procedente de Creta con 300
voluntarios venecianos, que habían desobedecido la orden de la República,
consiguió atravesar el bloqueo turco. Era una fuerza pequeña y fue rápidamente
desmantelada, pero esto hizo creer a los turcos que los
refuerzos cristianos estaban en camino. Ante la preocupación de que nuevas fuerzas enemigas
socorriesen la isla el Sultán decidió lanzar un contundente ataque y echar el
resto en la toma de la plaza. El tiempo se alió con los defensores y la lluvia
convirtió el terreno en un barrizal.
El asalto fue virulento, tenaz y se prolongó durante varios
días. El combate fue encarnizado pero la ciudad no cayó. Varios miles de turcos
perecieron en aquella maniobra y viendo las enormes pérdidas, Solimán estuvo a
punto de levantar el sitio para acabar con aquella sangría. Pero dos desertores
cristianos informaron de que los defensores habían sufrido graves pérdidas en
la última ofensiva. Quedaban muy pocos y su moral estaba a punto de romperse.
El Sultán decidió continuar con el asedio.
El 11 de diciembre se intentó negociar una capitulación pero
las exigencias cristianas fueron inaceptables y los turcos reanudaron las
hostilidades. El bombardeo artillero se concentró sobre el bastión de Aragón, ya muy
castigado. Los defensores eran muy pocos y las brechas numerosas. El Sultán
ordenó nuevos asaltos masivos y pese al apoyo del resto de defensores
finalmente los jenízaros tomaron el baluarte el 17 de diciembre. La
ciudad estaba perdida y el gran maestre solicitó una tregua el 20 de diciembre.
Solimán permitió a los cristianos abandonar la isla en un
plazo de doce días. Podrían llevarse sus bienes, sus armas y todas sus
pertenencias y además se eximiría fiscalmente a los isleños durante cinco años.
Además ninguna iglesia rodense se convertiría en mezquita. El 1 de enero de
1523 los caballeros abandonaron Rodas y se instalaron en Creta. Finalmente, en 1530,
el emperador Carlos V les cedió Malta que se convirtió en un nuevo bastión que
frenó y se opuso frontalmente a la expansión otomana.
23:59 “Nada en el mundo perdió se tan bien como Rodas” llegó
a afirmar Carlos V. Efectivamente las condiciones concedidas eran inmejorables.
La tenaz defensa obligó a Solimán a realizar muchas concesiones para ganar lo
que seguramente le hubiese costado aún muchas vidas a pesar de tener una cabeza
de puente en las murallas. Finalmente los otomanos consiguieron su propósito y
Rodas garantizó su supremacía marítima hasta Lepanto. Sin embargo se debe
recordar que las pérdidas fueron enormes. No hay mucha información al respecto
pero probablemente superaron las de Lepanto y las del asedio de Malta. Se
calcula que en seis meses murieron más de 50000 turcos (incluyendo las víctimas
por enfermedad). Las cifras de heridos debieron ser importantes así como las pérdidas
en artillería y material. Unos 4000 cristianos perecieron (probablemente más si
se contasen víctimas civiles). Pero aunque las cifras no sean del todo fiables,
es un hecho que la conquista de Rodas costó sangre, sudor y lágrimas a los
otomanos. Aún así las ventajas que suponía controlar la isla compensaron estas
pérdidas sobradamente.
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