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lunes, 23 de enero de 2012

Más que 300


Refriega entre persas y hoplitas espartanos
Os dejo la transcripción de un artículo de la revista Historia y Vida (un número bastante antiguo) que me gustó por ser muy sintético y apto para saber que pasó en una batalla que ha quedado a la sombra de Salamina o Termópilas pero que tuvo consecuencias definitivas para la segunda guerra contra Persia. Lo transcribo literalmente, quitando alguna información redundante y modificando algunas expresiones y frases que he considerado se podían mejorar. El objetivo es que la lectura sea amena y fluída. También aporto algunos links interesantes.


En agosto del año 476 a.C. tuvo lugar la mayor batalla terrestre librada por los griegos contra los invasores persas. Platea fue el escenario de una victoria en la que fue determinante el valor de la infantería espartana.

La derrota de la flota persa en Salamina había comprometido la situación de Jerjes. Las dificultades de aprovisionamiento de sus tropas por mar se tornaban irresolubles y se corría el riesgo no sólo de que se produjeran sublevaciones en las zonas que los persas controlaban en Grecia, como Tesalia y Macedonia, sino de que, ante la noticia, estallaran insurrecciones en la propia Asia. El monarca decidió retirarse por tierra pero dejó en Grecia a una parte importante de su ejército: no menos de 80000 hombres a las órdenes de Mardonio.

Jerjes abandonó Atenas a comienzos de octubre del 480 ac; Mardonio, que se había retirado a Tesalia para pasar el invierno, efectuó, en enero del 479, ofertas de paz a los atenienses que habían vuelto a ocupar su ciudad tras la retirada persa sabedor de que la coalición griega se rompería y sus posibilidades de victoria aumentarían. Atenas rehusó la oferta y solicitó urgentemente a Esparta que enviase tropas al Ática antes de que Mardonio atacase en primavera.

Los lacedemonios (espartanos), al ver que Mardonio sometía de nuevo Atenas, decidieron intervenir ante el riesgo de una posible rendición o alianza que hubiese tenido consecuencias nefastas para los peloponesios. Esparta decidió enviar 10000 hoplitas al mando de Pausanias. Ante estas nuevas, Mardonio ordenó arrasar lo que quedaba de Atenas y replegarse a Beocia para evitar que los griegos pudieran cortarle la retirada. A unos dos kilómetros al norte del río Asopo, en el territorio de la ciudad de Platea (destruida por los persas), mandó construir un fuerte de madera y aguardar los movimientos de sus enemigos.

Plano de la zona de la batalla
Los peloponesios cruzaron el istmo de Corinto y avanzaron hasta Eleusis, donde se les unieron los atenienses procedentes de Salamina. Los efectivos griegos se dirigieron entonces a través de la cadena montañosa del Citerón, hacia la llanura de Platea. De los tres pasos que permitían avanzar desde el Ática hasta Beocia a través del Citerón, el único que admitía el paso de carros era el de Giptocastro, que fue el que utilizaron las tropas griegas. Cuando los persas las vieron mientras afluían por el paso, Mardonio envió a la caballería para acosarlas, por lo que los griegos tuvieron que protegerse en los contrafuertes de la montaña. Esa posición era indefendible por su carencia de agua y, además, había que inducir a Mardonio, apostado al norte del Asopo -hay varios ríos en Grecia que recibían el nombre de Asopo, en éste artículo se refiere al de la región de Beocia- (a unos cinco kilómetros de la salida de los pasos de montaña), a que cruzara el río con su infantería y presentase batalla.

Los helenos decidieron avanzar unos cinco kilómetros en dirección oeste, hasta alcanzar dos colinas. En la del Asopo se apostó el ala derecha griega integrada por 10000 espartanos y un contingente de 1500 Tegeos. En la colina de Pirgo se colocaron los 8000 atenienses y 600 plateos supervivientes de la destrucción de su ciudad.

El centro lo formó un conglomerado de griegos de diversas ciudades del Peloponeso. Mardonio dispuso sus tropas frente por frente de las helenas. En el ala izquierda, frente a los espartanos, situó a los infantes persas,  y en el ala derecha a los aliados griegos (beocios, tesalios y macedonios). En el centro a todos los vasallos de su imperio. Reforzó cada ala con la caballería. La persa a la izquierda y la griega a la derecha. La proporción de fuerzas era similar, sólo la caballería confería alguna ventaja a los persas dado que los griegos no tenían. Pero la infantería persa no era rival para la griega, mucho mejor equipada con escudos, casco, grebas, lanza y espada.

Los griegos dejaron que transcurriera el tiempo, pues la dilación les beneficiaba y por Giptocastro recibian suministros y refuerzos. Mardonio se hallaba preocupado por cuestiones de intendencia y por las noticias que le llegaban de una posible ofensiva naval helena contra Jonia; pero se resitía a cruzar el Asopo y luchar con el río a su espalda.

A los ocho días (en el curso de los cuales la caballería persa hostigó incesantemente el centro de la formación griega), decidió ocupar Giptocastro con su caballería y tres días después envió a sus jinetes a cegar la fuente Gargafia. Ambas operaciones tuvieron éxito y la estrategia griega se veía trastocada: el suministro de agua ya no quedaba garantizado y existía el riesgo de que los persas intentaran ocupar los otros dos pasos que atravesaban el Citerón, con lo cual un repliegue al Ática habría resultado imposible.

Plano de la batalla
El estado mayor griego decidió  retrasar su posición para asegurarse el control de los pasos: el ala derecha se dirigiría a Giptocastro, el ala izquierda al paso central y el centro a custodiar el paso más occidental. El primitivo centro griego había sufrido bastante por las escaramuzas de la caballería de Mardonio y estaba integrado por contingentes de muy diversos estados, su maniobra fue demasiado lenta. Y lacedemonios, a la derecha, y atenienses, a la izquierda, no iban a emprender la marcha hasta que sus camaradas hubieran llegado hasta las proximidades de las ruinas de Platea.

Al alba del décimo tercer día la caballería persa inició una nueva escaramuza y se encontró con que sus adversarios habían abandonado sus posiciones y con que lacedemonios y atenienses, aparentemente desorganizados, no habían alcanzado los contrafuertes del Citerón. Era la hora decisiva.

Mardonio decidió cruzar el Asopo y lanzar a su caballería persa contra los espartanos y a la de sus aliados griegos contra los atenienses. De inmediato la infantería de sus dos alas debía lograr que la desorganización producida en sus enemigos por la caballería fuese mayor. Finalmente, el centro de su ejército remataría la faena. Pero la disciplina de los hoplitas fue determinante. La caballería de Mardonio no logró romper la disciplina de los hoplitas que se protegían de las saetas con sus redondos escudos de madera guarnecida de bronce y con ello la suerte de la batalla estaba echada.

Cuando la infantería de la primera oleada persa llegó hasta donde esperaban hallar unos adversarios en plena confusión,  se encontraron con contingentes alineados en posición de erizo que los fueron aniquilando. El comportamiento de los espartanos fue particularmente destacado: el propio Mardonio encontró la muerte y sus fuerzas huyeron desordenadamente en dirección hacia el fuerte de madera.

Excelente infográfico de la batalla que aparece en el mismo número del artículo de la revista Historia y Vida
 23:59 Los atenienses también aguantaron su flanco y el centro aplastó a la segunda oleada persa. En Platea se capturó un gran botín, enorme para lo que estaban acostumbrados los griegos. A ver si algunos miembros del Club nos animamos y organizamos una recreación de esta interesante batalla. Así serviría de excusa para recuperar el Impetus.

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