Busto de Milcíades |
“Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros
pueblos. Más que imitadores, somos un modelo a seguir”. Pericles, el griego más
ilustre del siglo V a.c., definía de esta guisa la democracia ateniense;
resultado final de un proceso histórico desencadenado por las dos grandes
invasiones lanzadas por el imperio persa sobre territorio griego en el 490 y el
480 a. C.
Las ciudades estado de los jonios no osaron poner resistencia
y pasaron a ser súbditas del imperio. A los persas les interesaba el tributo en
recursos y tropas. A los territorios conquistados se les permitía mantener sus
costumbres y cierta autonomía pero las autoridades quedaban sometidas al
Sátrapa, gobernador persa, que velaba por recaudar el impuesto.
Darío, rey de Persia |
El dominio despótico persa y su afán recaudador provocó un
descontento entre las ciudades griegas de Asia Menor, sobre todo Mileto, que
azuzado por los atenienses rápidamente desembocó en una revuelta. Éste sería el
pretexto que usarían los medos para atacar Grecia. Atenas prestó su apoyo a la
ciudad de Mileto que no tardó, con la ayuda de su aliada, en sublevarse contra
el dominio persa. Los griegos marcharon sobre Sardes, capital de la Satrapía de
Lidia, y la incendiaron. Éste hecho, y las arengas de los gobernantes de Mileto
y Atenas, insuflaron valor al resto de ciudades jonias que acabaron por
unirse a la insurrección. En el año 499 a.c todos los griegos del Asia Menor se
levantaron en armas contra el imperio. La respuesta persa no se hizo esperar y
fue contundente.
Darío lanza su ofensiva: la primera guerra médica
Los preparativos para la campaña contra los griegos
estuvieron prestos entorno al año 490 a. c. Una gran flota, al mando de Datis y
Artafernes, conquistó muchas islas del Egeo. Las tropas embarcadas saquearon,
mataron e hicieron un gran número de esclavos. Eretria fue arrasada y sus
habitantes deportados a Susa, centro neurálgico del imperio persa. Atenas sería
el siguiente objetivo y hacia ella se dirigió el grueso del ejército invasor.
Con ellos iba Hipias, exiliado ateniense, que esperaba ocupar el poder como
recompensa por su apoyo al rey Darío. La gran flota fondeó en la bahía de Maratón desembarcando
una gran fuerza de combate. Los atenienses habían previsto este movimiento y
habían enviado al grueso de sus falanges a aquel lugar.
Ruta seguida por la flota persa |
La batalla de Maratón
Los
atenienses estaban en una preocupante inferioridad numérica. Carecían de flota
mientras el almirante persa Datis disponía de 200 barcos y una fuerza de
combate de 30000 hombres –contando arqueros, infantería y caballería- por 10000
hoplitas atenienses reforzados por unos 600 plateos.
Milcíades,
que había servido en el ejército persa en su juventud, conocía todas las
estrategias del enemigo y sabía que esperar en Atenas permitiéndole
desplegar sus unidades sería un grave error. Por tanto sugirió enfrentarlos en
cuanto desembarcasen, aprovechando un terreno difícil que no permitiría al
enemigo usar su caballería. En combate cuerpo a cuerpo los griegos eran
superiores y estaban mejor equipados por lo que sería más probable que pudiesen
paliar con calidad la superioridad numérica del enemigo. La decisión no fue unánime
y finalmente Milcíades logró ganarse a Calímaco decantando la balanza hacia su
lado y logrando su propósito de ir a enfrentar a los persas.
Plano de la batalla de Maratón |
El ejército persa desplegó en la llanura con la intención de aprovechar el espacio para usar su poderosa caballería. Milcíades, perro viejo, no lo permitió. Colocó su ejército en un promontorio con los flancos protegidos y se limitó a esperar. El tiempo jugaba a su favor. Los generales persas, al ver que nadie toma la iniciativa y temiendo que los atenienses puedan recibir refuerzos, deciden pasar a la acción. Datis y Artafernes optan por dividir el ejército. La caballería vuelve a ser embarcada y parte rumbo a Atenas con la intención de sitiar la ciudad y provocar que los partidarios de Hipias se subleven desde dentro entregando la plaza. En caso de que la táctica fallase siempre podrían mover las tropas para atacar a los griegos por la retaguardia.
Hoplita |
Milcíades, al enterarse de que la infantería persa no tenía el apoyo de su caballería, ordenó atacar inmediatamente. Si acababan con el enemigo lo suficientemente rápido los atenienses estarían a tiempo de defender su ciudad. El plan persa se había ido al garete. El 11 de septiembre del año 490 a.c ambos ejércitos se enfrentaron en Maratón.
Las falanges de hoplitas estaban mejor equipadas y preparadas que sus homólogos griegos. Los hoplitas formaban en formaciones cerradas de 8 filas de fondo y avanzaban en formación hasta entrar en contacto con el enemigo. Se trataba de no perder el orden y reducir los resquicios. La falange actuaba como un solo hombre. Con el hoplón (escudo hoplita) se protegía al compañero de la izquierda mientras que con las lanzas se hostigaba al enemigo. La espada hacía el trabajo en las distancias cortas. Perder el escudo era considerado delito pues se dejaba expuesto a otro soldado. Con esta táctica, un pueblo de número reducido lograba minimizar las bajas. La infantería persa no estaba preparada para batir a este enemigo.
Calímaco dirigía el ejército ateniense. Decidió colocar las falanges con tres filas en el centro y en una línea más extensa debido al ancho de la playa, pero mantuvo la formación de 8 filas de profundidad en los flancos. El general Artafernes situó sus mejores tropas en el centro y dejó que los menos preparados defendiesen los flancos. La idea era aplastar el centro griego para dividir el ejército ateniense en dos y destruir sus alas por separado aprovechando el apoyo de cada ala. Los persas aún no conocían la dureza de las falanges. De los 25000 efectivos persas sólo una cuarta parte eran tropas de calidad y bien equipadas. Sin embargo, los 10000 soldados griegos estaban bien preparados pues parte de su formación como ciudadanos era el entrenamiento en el combate hoplítico.
Batalla de Maratón |
Disposición de las tropas |
Las alas griegas se volvieron sobre el centro persa, que estaba dando una buena paliza a los griegos, y se lanzaron al ataque. Copado y hostigado por todos los frentes, la infantería aqueménida sufrió una auténtica carnicería. Artafernes fue vencido. La derrota de Maratón fue dura para los persas. Perdieron a 6400 hombres –sin contar heridos- por sólo 192 griegos. Los atenienses victoriosos mandaron heraldos a la ciudad para evitar que se rindiesen (famosa leyenda de Filípide, el hombre que inventó el Maratón). El ejército de Milciades –Calímaco estaba muerto- marchó sobre Atenas y llegó antes que los persas. Cuando éstos arribaron con sus barcos se encontraron a los hoplitas en perfecta formación. Datis desistió de su plan y se marchó de Grecia.
Éste duro revés trastocó los planes de Darío y convirtió a Atenas en la ciudad líder del mundo heleno. El Gran Rey no pudo consumar su venganza y murió poco tiempo después, pero la derrota de Maratón dolió y mucho. El hijo de Darío, Jerjes no iba a perdonar esta afrenta y comenzó a preparar un ejército enorme, ya no para castigar a Atenas sino con la intención de dominar toda Grecia.
23:59 En la siguiente parte trataremos la segunda guerra médica con sus enfrentamientos más importantes. Si Atenas se alza como estandarte del mundo griego tras Maratón, en la siguiente podremos ver el auge de Esparta y también el poderío naval ateniense que se fraguó como consecuencia de la primera guerra médica.
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